Un Paso Decisivo para la Educación Media Superior

Por: Onel Ortiz @onelortiz

La presentación del Plan Integral del Sistema Nacional de Bachillerato por parte del secretario de Educación, Mario Delgado, durante la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum, marca un hito en la reconfiguración del sistema educativo en México. Este plan, alineado con los principios de la Nueva Escuela Mexicana, responde a un diagnóstico claro: la educación media superior es clave para garantizar el acceso al conocimiento, fortalecer la equidad y fomentar el desarrollo académico y laboral de las y los jóvenes.

Con una matrícula de más de 5.5 millones de estudiantes en el ciclo escolar 2023-2024, y una cobertura actual del 81.1%, el sistema de bachillerato enfrenta desafíos que esta estrategia busca abordar. La meta de alcanzar un 85% de cobertura para 2030 refleja un compromiso ambicioso pero necesario con el derecho a la educación, en un nivel que muchas veces ha sido relegado a un segundo plano en las políticas públicas.

La educación media superior se encuentra en una encrucijada: mientras juega un papel fundamental como puente entre la formación básica y el mundo académico o laboral, sigue enfrentando problemas de deserción, inequidad y una desconexión con las realidades de los jóvenes. Los 31 subsistemas de educación media superior que existen actualmente carecen de una integración efectiva, lo que genera duplicidades, desigualdades en la calidad educativa y una atención desigual entre las regiones del país.

Además, el estado de la infraestructura escolar y las condiciones laborales del personal docente requieren una intervención inmediata. Es en este contexto donde el Plan Integral del Sistema Nacional de Bachillerato propone una transformación estructural basada en tres ejes: fortalecimiento, integración y ampliación.

El primer eje del plan busca garantizar la permanencia de los estudiantes mediante estrategias que abordan tanto las condiciones físicas de los planteles como los aspectos pedagógicos. Esto incluye la actualización de los planes de estudio para alinearlos con las demandas del siglo XXI, lo que resulta fundamental en un mundo que exige competencias tecnológicas, pensamiento crítico y habilidades socioemocionales.

Además, el fortalecimiento de las comunidades escolares seguras y participativas es una medida acertada para reducir la deserción y mejorar el clima escolar. No es suficiente garantizar acceso a las aulas; también se debe ofrecer un entorno donde los estudiantes puedan desarrollarse de manera integral. En este sentido, los esfuerzos por rehabilitar planteles y dotarlos de infraestructura adecuada son un pilar indispensable del plan.

La fragmentación de los subsistemas educativos ha sido una constante en la educación media superior. La falta de articulación entre los diferentes modelos (bachillerato general, tecnológico, profesional técnico, entre otros) dificulta la movilidad estudiantil y genera disparidades en la calidad educativa.

El segundo eje del plan busca construir un sistema articulado que optimice recursos, facilite la atención a la población estudiantil y eleve la calidad educativa en todo el país. Este enfoque tiene el potencial de acabar con las barreras burocráticas y promover un sentido de cohesión que fortalezca la identidad del sistema educativo nacional. En palabras de Mario Delgado, se trata de “unificar en la diversidad”, respetando las características particulares de cada subsistema mientras se trabaja hacia objetivos comunes.

El tercer eje es quizás el más ambicioso, ya que implica expandir la cobertura educativa a nivel nacional. Si bien el 81.1% de cobertura actual es significativo, aún queda un porcentaje considerable de jóvenes fuera del sistema educativo. La meta de alcanzar un 85% de cobertura para 2030 es un paso en la dirección correcta, pero debe estar acompañado de estrategias que garanticen no solo el acceso, sino también la permanencia y el éxito de los estudiantes.

La construcción de nuevos planteles y la oferta de más espacios educativos son medidas necesarias, pero no suficientes. Es crucial que estas acciones vayan de la mano con la mejora en la calidad de la enseñanza y el fortalecimiento de las políticas de inclusión para grupos históricamente marginados, como jóvenes indígenas, estudiantes con discapacidad y quienes viven en condiciones de pobreza extrema.

Uno de los aspectos más destacables del plan es el reconocimiento al trabajo docente. En un contexto donde el magisterio ha sido históricamente desatendido, este programa apuesta por la formación continua y la actualización profesional de los profesores, así como por la mejora de sus condiciones laborales.

El magisterio es la columna vertebral del sistema educativo, y su creatividad e innovación son esenciales para implementar los cambios necesarios en las aulas. Fomentar el desarrollo profesional de los docentes no solo beneficiará a los estudiantes, sino que también contribuirá a dignificar una profesión que, pese a su importancia, ha sido objeto de constantes ataques y recortes presupuestales en el pasado.

La Nueva Escuela Mexicana, a través de este plan integral, plantea un cambio de paradigma en la educación media superior. Sin embargo, es importante reconocer que este esfuerzo no puede recaer únicamente en el gobierno federal. La colaboración entre los tres niveles de gobierno, el sector privado, las organizaciones civiles y las comunidades es indispensable para garantizar el éxito de esta estrategia.

Además, se requiere una participación activa de los estudiantes y las familias en la construcción de comunidades educativas sólidas. La educación no es un proceso unidireccional, sino un esfuerzo colectivo que debe involucrar a todos los actores de la sociedad.

A pesar de las virtudes del plan, existen desafíos significativos. La ampliación de la cobertura, por ejemplo, requiere no solo inversión en infraestructura, sino también políticas que atiendan las desigualdades regionales y fomenten la equidad. Asimismo, la integración de los subsistemas puede enfrentar resistencias burocráticas y culturales que deberán ser abordadas con sensibilidad y determinación.

Otro reto importante es el financiamiento. Aunque el compromiso político es claro, la implementación de este plan requiere recursos significativos. Será necesario garantizar un presupuesto educativo suficiente y transparente, así como mecanismos de rendición de cuentas que permitan evaluar el impacto de las políticas implementadas.

El Plan Integral del Sistema Nacional de Bachillerato representa una apuesta audaz y visionaria para transformar la educación media superior en México. Bajo el liderazgo de Mario Delgado y el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum, esta estrategia tiene el potencial de cerrar brechas, mejorar la calidad educativa y garantizar que ningún joven se quede fuera del sistema educativo.

Sin embargo, el éxito de este plan dependerá de su ejecución y de la capacidad de construir un pacto educativo amplio e inclusivo. La educación es el motor del desarrollo nacional, y es hora de que México invierta en su juventud como el recurso más valioso para construir un futuro más justo, equitativo y próspero. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

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