
El pasado 3 de abril se publicó un artículo muy interesante por Thomas Friedman, tres veces ganador del Premio Pulitzer y columnista del New York Times, en el que habla de su visita a un campus de Huawei construido hace 4 años y donde trabajan 35 mil científicos, el cual simboliza la respuesta de la compañía china para asfixiar la tecnología estadounidense; esto nos deja ver lo que podrá pasar en el mundo después de los aranceles de Donald Trump.
Mientras el presidente estadounidense está construyendo una guerra que él solo cree y dedicándose a temas arancelarios, China se está enfocando en transformar todas sus fábricas con Inteligencia Artificial y está abriendo campos de investigación.
Las consecuencias del Calígula americano precipitarán la caída del imperio. ¿Quién cree hoy que la estrategia de Trump podrá ser exitosa? Ni siquiera Elon Musk cree en ella, en especial porque pasó de ser uno de los empresarios más respetables e innovadores del mundo a una caricatura o botarga. Musk inició en el gabinete de Trump prácticamente como el segundo al mando, al ser designado el Encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental, y en los últimos días, en un video marcó distancia de la política arancelaria, incluso descalificando de manera tajante a algunos de los miembros del gabinete, así como hablando de su salida de este.
Al mismo tiempo, mientras Trump se enfrenta a sus molinos de viento, vienen cambios que profundizarán las condiciones mundiales, por ejemplo la computación cuántica, que, como lo señala el profesor de la Universidad de Harvard y Princeton y Especialista en la Teoría de Cuerdas, Michio Kaku, en su obra Supremacía cuántica, la Revolución tecnológica que lo cambiará todo, es claro que ésta será una de las fuerzas más importantes, ya que podrá resolver los mayores misterios del universo, así como los principales problemas de la humanidad, con acciones como la reducción del costo de la energía solar, alimentar a todo el planeta con nuevos fertilizantes, curar enfermedades como el cáncer y el Parkinson, así como reorientar la Inteligencia Artificial.
El error de Trump no solo es su vanidad, sino que está dando la batalla incorrecta; no entiende que no está en una guerra comercial, sino en una guerra tecnológica y está haciendo todo para perderla.
Si esa energía la dedicara a un proyecto social, a salvar las ciudades consumidas por la delincuencia y el narcotráfico y a un proyecto integral para América, la realidad sería otra para Estados Unidos, pero como no lo ha hecho así y probablemente no cambie sus prioridades, como dijo Friedman, el futuro ya no está en Estados Unidos.