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12 de diciembre de 2024

El incremento salarial. Un paso hacia la justicia social

Por: Onel Ortiz @onelortiz

¿De qué sirvió tanta educación en las mejores universidades del mundo de la élite neoliberal? ¿Para qué sirve un doctorado en economía del grupo compacto salinista, si nunca comprendieron lo esencial?

La Cuarta Transformación puede tener muchos asegunes, pero sin duda uno de los logros más destacados es el aumento real a los salarios de los trabajadores.

El salario mínimo en México ha sido históricamente una cifra que simboliza no solo el poder adquisitivo de la población trabajadora, sino también el compromiso del gobierno con la justicia social y el bienestar económico. A partir del 1 de enero de 2025, el salario mínimo general aumentará de 248.93 a 278.80 pesos diarios, mientras que en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) pasará de 374.89 a 419.88 pesos. Este incremento del 12% es más que un ajuste económico; es un paso hacia un objetivo ambicioso pero necesario: lograr que, para 2030, el salario mínimo pueda cubrir 2.5 veces la canasta básica.

Desde el inicio de la Cuarta Transformación en 2018, el salario mínimo ha experimentado un aumento acumulado en términos reales sin precedentes, con un crecimiento del poder adquisitivo del 135%. Esta política no solo ha sido un gesto simbólico, sino una estrategia eficaz para combatir la pobreza y reducir la desigualdad. De los 5.1 millones de personas que salieron de la pobreza entre 2018 y 2022, 4.1 millones lo hicieron gracias al impacto directo de los incrementos salariales.

Los resultados son innegables: los trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) han visto un crecimiento real del 23.3% en sus ingresos desde 2018. Estos incrementos no solo benefician a quienes perciben el salario mínimo, sino que también impulsan mejoras salariales en toda la escala laboral, estableciendo un nuevo estándar de justicia económica en el país.

El impacto del incremento salarial ha sido particularmente significativo en las poblaciones más vulnerables. En la ZLFN, donde las condiciones económicas demandan un ingreso mayor, los trabajadores han experimentado un aumento del 180.2% en sus salarios desde 2018. Por su parte, en la Zona del Salario Mínimo General, los incrementos han alcanzado un 97.7%.

Uno de los logros más destacados de esta política ha sido la reducción de la brecha salarial de género. A nivel municipal, esta brecha se ha reducido en un 29% desde 2019, con un impacto particularmente notable en municipios donde residen las mujeres más pobres, donde la reducción alcanza un 66%. Esto demuestra que los incrementos salariales no solo benefician al trabajador individual, sino que también contribuyen a cerrar desigualdades estructurales que han persistido por décadas.

Durante años, se argumentó que los incrementos al salario mínimo generarían inflación y afectarían negativamente a la economía. Sin embargo, la experiencia de los últimos años ha desmentido esta narrativa. A pesar de los aumentos históricos al salario mínimo, la inflación se ha mantenido dentro de rangos controlados, demostrando que un salario justo no es incompatible con la estabilidad económica. Este cambio de paradigma es crucial para entender que la mejora en las condiciones de vida de los trabajadores no debe ser vista como una amenaza, sino como un motor de desarrollo.

El objetivo de alcanzar un salario mínimo que cubra 2.5 veces la canasta básica para 2030 es ambicioso, pero alcanzable si se mantienen las políticas actuales y se refuerzan con nuevas estrategias. Esto implicará no solo continuar con incrementos salariales anuales, sino también garantizar que los empleos formales sigan creciendo, que la productividad laboral se incremente y que se reduzca la informalidad.

Es fundamental también que este crecimiento salarial venga acompañado de políticas complementarias, como el fortalecimiento del acceso a servicios básicos, la mejora de las condiciones laborales y la inversión en educación y capacitación para la fuerza laboral. Además, la transición hacia una economía más equitativa deberá incluir mecanismos para proteger a las pequeñas y medianas empresas, que son las principales generadoras de empleo en México, asegurando que puedan adaptarse a estos cambios sin comprometer su sostenibilidad.

El incremento salarial anunciado para 2025 beneficiará directamente a 8.5 millones de personas trabajadoras. Sin embargo, su impacto trasciende los números. Cada aumento representa la posibilidad de una vida más digna para millones de familias mexicanas. Representa la oportunidad de acceder a mejores alimentos, educación, salud y vivienda. Es, en esencia, una apuesta por la justicia y la igualdad.

El compromiso de la Cuarta Transformación con esta política marca un contraste profundo con los gobiernos anteriores, que mantuvieron el salario mínimo en niveles irrisorios, perpetuando la precariedad laboral y la desigualdad. Ahora, México avanza hacia un modelo en el que el trabajo digno es una realidad, y no solo una aspiración.

El aumento del salario mínimo para 2025 es un paso más en el camino hacia una sociedad más justa y equitativa. Si bien aún quedan retos por superar, los avances logrados hasta ahora son un recordatorio de que las políticas públicas pueden y deben estar al servicio de las mayorías, especialmente de aquellas que históricamente han sido relegadas.

La Cuarta Transformación ha demostrado que es posible revertir décadas de políticas que favorecieron la acumulación de riqueza en unas pocas manos, devolviendo el poder adquisitivo y la dignidad a los trabajadores mexicanos. En este contexto, el incremento salarial para 2025 no es solo una cifra; es un símbolo del cambio profundo que está transformando a México, un paso firme hacia un futuro donde el salario mínimo sea verdaderamente un salario digno. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

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