La defensa del maíz nativo

Por: Onel Ortiz @onelortiz

El Congreso de la Unión ha dado un paso histórico al aprobar una reforma constitucional que defiende el maíz nativo y prohíbe la producción de maíz transgénico en México. Esta decisión es un acto de justicia histórica y un compromiso con la biodiversidad, la soberanía alimentaria y el patrimonio cultural del país. El maíz no es solo un producto agrícola; es el alma de nuestra identidad, el pilar de nuestra gastronomía y el fundamento de nuestra historia. Defenderlo es proteger nuestra esencia, pero la reforma, por sí sola, no es suficiente. Sin leyes reglamentarias claras y políticas públicas efectivas, esta iniciativa corre el riesgo de convertirse en letra muerta.

El maíz es más que un cultivo: es la base de nuestra civilización. Su domesticación en el valle de Tehuacán, hace más de nueve mil años, dio origen a las grandes culturas mesoamericanas. Mayas, mexicas, zapotecos y otras civilizaciones no solo lo cultivaron, sino que construyeron su cosmovisión alrededor de él. En nuestra cultura, el maíz no solo alimenta el cuerpo, sino también el espíritu. A pesar de ello, en las últimas décadas, las políticas neoliberales privilegiaron el agronegocio sobre la agricultura tradicional, poniendo en riesgo la diversidad genética del maíz nativo y, con ello, nuestra seguridad alimentaria.

La prohibición del maíz transgénico en México es una medida necesaria. Numerosos estudios han advertido sobre los riesgos de los organismos genéticamente modificados (OGM), tanto para la salud como para el medio ambiente. El maíz transgénico, dominado por corporaciones como Monsanto-Bayer, no solo desplaza a las variedades nativas, sino que también condena a los agricultores a la dependencia de semillas patentadas y agroquímicos costosos. Además, la liberación de estas semillas en el medio ambiente implica riesgos de contaminación genética, poniendo en peligro la diversidad de nuestro maíz. Sin embargo, la mezcla genética no se detiene por decreto. La polinización cruzada es un proceso natural, y la proximidad de México a Estados Unidos, donde el maíz transgénico se cultiva masivamente, hace inevitable la llegada de estas variedades a nuestro territorio. Si no se acompaña de acciones concretas, la reforma será insuficiente para proteger nuestras semillas nativas.

La verdadera protección del maíz nativo exige mucho más que la simple prohibición del transgénico. Se requiere una estrategia integral que incluya leyes reglamentarias robustas y políticas públicas bien financiadas. En primer lugar, es fundamental fortalecer los bancos de semillas nativas. Actualmente, estos centros operan de manera marginal y sin recursos suficientes. Se deben convertir en instituciones de investigación y resguardo de nuestra biodiversidad, con la participación activa de universidades públicas como Chapingo y la UNAM, además de los centros de investigación estatales. Sin un respaldo académico sólido, la protección del maíz nativo quedará en el discurso.

Asimismo, es imperativo garantizar que al menos un 10 o 20% del área cultivable de maíz en México esté dedicada a variedades nativas. No basta con hacer llamados al consumo de tortillas en lugar de harinas procesadas; es necesario que el Estado impulse programas de apoyo para los campesinos que cultivan maíz criollo. Esto incluye incentivos económicos, técnicas agronómicas sustentables y un esquema de comercialización justo, que proteja a los productores de la competencia desleal de importaciones baratas. El gobierno debe asumir la responsabilidad de garantizar precios justos para el maíz nativo, evitando que los intermediarios y el mercado internacional desfavorezcan a los campesinos.

También es urgente una campaña nacional de educación y concientización sobre el valor del maíz nativo. La población debe conocer los riesgos del maíz transgénico y la importancia de conservar nuestras variedades tradicionales. Es preocupante que, en muchos hogares mexicanos, se prefieran productos procesados de baja calidad sobre el maíz criollo, debido a la desinformación y la publicidad engañosa de las grandes corporaciones alimenticias. La protección del maíz nativo no es solo un asunto de política agrícola; es una lucha por la soberanía alimentaria, la salud y la preservación de nuestra identidad.

La reforma constitucional que defiende el maíz nativo es un paso fundamental, pero si no se complementa con leyes reglamentarias adecuadas y políticas públicas concretas, se convertirá en un acto meramente simbólico. El reto es grande, pero también es una oportunidad para corregir las políticas agrarias del pasado y apostar por un modelo que priorice la biodiversidad, el bienestar de los campesinos y la soberanía alimentaria. Si México no toma medidas contundentes, corremos el riesgo de perder nuestra herencia más valiosa: el maíz, la base de nuestra civilización.

La historia nos juzgará y la vida nos cobrará por la forma en que protegemos nuestros recursos naturales y nuestra identidad. Esta reforma es una victoria, pero solo será efectiva si se materializa en acciones reales. La defensa del maíz nativo es, en última instancia, la defensa de México mismo. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

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https://youtu.be/1ny8WFyyNPw?si=QBOyq49U2k22Ono7

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