Amor en movimiento

Por: Rosy Urbina @RosyUrbinaTap

Durante uno de mis recorridos por el municipio de Suchiate, conocí a Alba Luz, una joven de 22 años originaria de Honduras y madre de dos niñas. Me platicó que cruzó la frontera sur de nuestro país con el anhelo de llegar a Estados Unidos para reencontrarse con su esposo y, por fin, tener a su familia completa. En su mirada había cansancio, pero también una fuerza imparable. La misma que mueve a tantas madres que, como ella, han dejado atrás su tierra, su casa y sus comunidades para buscar un futuro digno para sus hijos.

Ya sea por migración, desplazamiento forzado o la búsqueda de mejores condiciones de vida, las madres en contexto de movilidad no solo cargan con mochilas y maletas, sino con la responsabilidad de dar mejores condiciones a los suyos. Ellas migran con la memoria, con los hijos de la mano y con el anhelo de construir un hogar, aunque el suelo que pisan sea ajeno y cambie constantemente.

Las madres en situación de movilidad enfrentan dificultades que muchas veces permanecen invisibles. La incertidumbre de no saber dónde dormir, la angustia de garantizar un plato de comida o el acceso a atención médica para sus hijos, se suman al esfuerzo diario de mantenerse fuertes emocionalmente.

Por eso, incluso en medio de la precariedad, las madres son faro, raíz y refugio. Son las primeras en despertar, preparando el día con lo poco que se tiene; y las últimas en ir a dormir, velando por el descanso de otros antes que el propio.

Pero, pese a lo corto que pueda llegar a ser el descanso, tienen perfectamente claro que soñar no es una motivación. Su mayor anhelo no es la riqueza ni la fama, sino algo tan esencial como poderoso: alcanzar estabilidad y bienestar para los suyos, tener un lugar seguro donde vivir, ver a sus hijos estudiar, pertenecer a una comunidad sin ser juzgada ni perseguida. Su sueño es simple y monumental: tener un hogar donde, por fin, el amor pueda quedarse a vivir.

Este Día de las Madres, refrendo mi compromiso y empatía con esas mujeres que, pese a todos los obstáculos, nos enseñan que el amor verdadero no se detiene ni se cansa, aunque esté siempre en movimiento. Por y para ellas se trabaja en las Casas del Pueblo del Distrito XII.

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