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12 de noviembre de 2024

El Mandato de la América Profunda

Por: Onel Ortiz @onelortiz

El triunfo de Donald Trump y de los republicanos en el proceso electoral que culminó el 5 de noviembre fue contundente. Trump ganó la mayoría de los votos electorales y la mayoría de los votos populares, algo que no ocurría desde el triunfo de George Bush Jr. a principios de siglo. Los republicanos obtuvieron la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, así como las gubernaturas de los 10 estados en disputa.

Donald Trump es un ególatra, un mentiroso, un misógino y un delincuente, circunstancias que para una persona común y corriente serían suficientes para sepultar cualquier aspiración de ocupar un cargo público, pero que, al parecer, según los resultados, son cualidades de la política contemporánea en Norteamérica, la nación más poderosa del mundo. Donald Trump es un gran manipulador y, por tanto, un gran político.

Es cierto que la América profunda votó por Donald Trump. El mapa de los resultados electorales constituye una imagen, una postal clarísima de esas circunstancias. Pero no solo la sociedad conservadora de Estados Unidos votó por el candidato republicano. De acuerdo con el perfil de los votantes, sectores muy diversos de la sociedad votaron a su favor.

Donald Trump es un misógino, pero la mayoría de las mujeres votaron por él y no por Kamala Harris. Trump es racista e insultó durante su campaña a migrantes y minorías, pero su porcentaje de votos entre la población migrante y perteneciente a las minorías aumentó en comparación con los comicios de hace cuatro años. Este magnate fue declarado culpable de varios cargos criminales, pero la sociedad norteamericana, en estados considerados como demócratas, le depositó su confianza.

Fue un gran acierto de Donald Trump llevar como compañero de fórmula a J.D. Vance, un representante auténtico de la América profunda, rural y llena de prejuicios.

Recordemos que J.D. Vance, autor de “Una elejia rural”, es un empresario, abogado y político estadounidense cuya vida refleja la complejidad de la clase trabajadora blanca de los Apalaches. Criado en la pobreza y en un entorno de adicción y dificultades familiares, Vance logró destacarse académicamente, graduándose de la Universidad Estatal de Ohio y de la Escuela de Derecho de Yale. Su relato autobiográfico explora las raíces del descontento que permea la América rural y contribuyó a consolidarlo como un símbolo de la América profunda que apoyó a Trump. Vance personifica la narrativa de superación y lealtad al “hombre común” que movilizó a millones.

Un acierto mayor fue incorporar prácticamente como parte de su equipo de campaña al magnate Elon Musk, dueño de Tesla y X, quien puede considerarse como la “sustancia” del propio Trump.

Donald Trump y su equipo se revelaron como grandes estrategas, supieron manipular los temores más profundos de la sociedad estadounidense, victimizarse después del atentado y presentarse como la solución, como los hombres que pueden hacer el trabajo.

Estaba claro que el plan B de Donald Trump era impugnar los resultados electorales. No fue necesario: su triunfo fue contundente. Kamala Harris reconoció su derrota y reafirmó la continuidad de su lucha, mientras que el Partido Demócrata debe impulsar una profunda revisión y transformación. Ya lo dijo el senador Bernie Sanders: los demócratas abandonaron a los trabajadores.

¿Cuál es el mandato de la América profunda para Donald Trump? Si asumimos que el voto popular es un mandato para sus gobernantes, tal como ocurrió en México el pasado 2 de junio con el Plan C, el mandato de las urnas hacia Donald Trump es claro: deportación masiva de migrantes, combate y eliminación de los cárteles del narcotráfico, regreso de capitales y fortalecimiento de la industria norteamericana.

En cada mitin, en cada reunión de campaña, estas propuestas de Trump fueron aplaudidas e incluso en algunas partes, votadas. De tal suerte que Donald Trump tiene la legitimidad y la legalidad, al ser mayoría en ambas cámaras del poder legislativo estadounidense, para realizar redadas y deportaciones masivas de migrantes y el cierre de la frontera con México desde el primer día de su mandato. Esa fue la decisión soberana del pueblo estadounidense.

¡Momento! La sensatez aconseja la autocontención. Me dicen que recuerde que una cosa son las promesas de campaña y otra el ejercicio de gobierno. Después de la llamada de Kamala Harris a Donald Trump, ya no la llamó “mentirosa” ni “socialista”, sino una mujer fuerte que hizo una campaña competitiva.

Coincido totalmente con Marcelo Ebrard, secretario de Economía de México, cuando afirma que cualquier estrategia ante Donald Trump no puede tener como componente el temor o el miedo. Que para cada circunstancia que plantee el nuevo presidente norteamericano se deberá tener una contrapropuesta inteligente, viable y práctica. Por ejemplo, recordarle que fue su gobierno el que negoció el mejor Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, que representó grandes beneficios para las tres naciones y que es preciso repetir esa experiencia.

Muy pronto, por el carácter y el temperamento de Trump, sabremos si sus declaraciones en campaña fueron un simple recurso retórico electoral o si bien está decidido a cumplirlas al pie de la letra.

El triunfo de Donald Trump marca un punto de inflexión para Estados Unidos. Representa la voz de un electorado que se siente olvidado y traicionado por las élites políticas y económicas.

La América profunda resurgió con fuerza, impulsando una agenda que mezcla conservadurismo extremo con populismo nacionalista. Su éxito electoral subraya la polarización del país y el ascenso de un discurso anti-establishment que, si bien peligroso por su retórica divisiva, capitaliza el descontento generalizado. Este resultado obliga a una reevaluación del sistema político y deja al Partido Demócrata ante un desafío monumental: reconectar con las bases trabajadoras y marginadas.

Nuestros millones de compatriotas migrantes se valdrán por si mismos. Siempre lo han hecho así y lo seguirán haciendo en el segundo gobierno de Trump. Por que como dicen los Tigres el Norte: ¡Vivan todos los mojados! Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

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