El reciente caso de violencia protagonizado por el rapero El Alemán contra de la también rapera Akasha no solo ha revelado un conflicto de pareja, sino que ha destapado las dinámicas de poder y machismo presentes en la generación de interpretes urbanos de 25 a 35 años. Más allá de las agresiones físicas, la estrategia desplegada por El Alemán para evadir responsabilidades y victimizarse arroja luz sobre la compleja red de intereses que permea el género de la música urbana.
Después de la divulgación en redes sociales de las agresiones sufridas por Akasha a manos de El Alemán, este último optó por congelar sus redes durante varios días. Su regreso se marcó con una foto en el hospital, aparentemente cuidando de su padre enfermo. Este episodio, aunque cargado de emotividad, parece ser parte de una estrategia para desviar la atención de las acusaciones en su contra y detener las críticas.
La conferencia de prensa ofrecida por El Alemán y su abogado Cristopher Estupiñán buscó, en vano, limpiar la imagen del rapero. Utilizando enormes lentes oscuros que impedían el contacto visual, El Alemán intentó presentarse como víctima, mientras su abogado desestimaba acusaciones y limitaba las preguntas de los reporteros. La falta de claridad en sus argumentos y la dispersión de sus palabras dejaron en evidencia la insuficiencia de una simple disculpa frente a los delitos cometidos.
La estrategia de victimización alcanzó su punto álgido con la presentación de una denuncia por intento de extorsión por parte de El Alemán. La supuesta solicitud de dinero por parte de Akasha, difundida por la hermana del rapero, parece ser un intento desesperado por desacreditar a la víctima. Sin embargo, esta acción podría volverse en su contra al convocar a Akasha a declarar y documentar las agresiones sufridas durante la relación.
La revictimización toma otra forma en el ámbito musical, donde El Alemán ha lanzado en plataformas como Spotify una lista de reproducción titulada “Confesiones”, en la que continúa denigrando a Akasha. Amparado en la libertad creativa, el rapero normaliza la violencia de género y justifica sus acciones, generando un ambiente tóxico que se suma a la campaña de odio desatada por sus seguidores en redes sociales.
Lamentablemente, el silencio de otros representantes del género urbano frente a este escándalo evidencia la falta de solidaridad y responsabilidad social en la industria. Algunos medios de comunicación, ya sea por intereses económicos o por búsqueda de audiencia, se alinean con el agresor, otorgándole credibilidad a sus declaraciones y contribuyendo a la estigmatización del género urbano en su conjunto.
Este caso resalta la importancia de la justicia con perspectiva de género y plantea interrogantes sobre dónde deben acudir las mujeres víctimas de violencia. La respuesta institucional y social ante estos casos debe ser contundente, proporcionando apoyo a las víctimas y no permitiendo que la fama o el poder protejan a los agresores. En última instancia, la violencia de género no solo afecta a las personas involucradas directamente, sino que también deja una marca indeleble en la percepción de un género artístico entero. Es necesario que la sociedad y las instituciones se unan para condenar estos actos y brindar un entorno seguro para las víctimas de violencia de género. Eso pienso yo, ¿usted que opina?
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