Los 133 cardenales electores quedaron aislados del mundo exterior este miércoles, sin acceso a internet, teléfonos, televisión o prensa, hasta que elijan al próximo pontífice de la Iglesia Católica. La primera votación en la Capilla Sixtina se realizó sin que se esperara aún la ansiada fumata blanca que anuncie el “Habemus Papam”.
Miles de fieles y turistas en la Plaza San Pedro mantienen sus miradas fijas en la pequeña chimenea de cobre, casi imperceptible, que emitirá el humo con el resultado de las votaciones.
Antes de ingresar al cónclave, los cardenales, vestidos con sus hábitos rojos, juraron guardar secreto sobre el proceso y asumir “fielmente” el papado si son elegidos “por disposición divina”. El juramento se realizó primero en conjunto y luego de manera individual, con cada purpurado colocando su mano sobre los Evangelios.
El cardenal italiano Pietro Parolin, el más antiguo en precedencia, guió la invocación al Espíritu Santo con el canto “Veni, Creator Spiritus”. Mientras tanto, en la Capilla Sixtina, bajo los imponentes frescos del Juicio Final, los cardenales depositaron sus votos en una urna tras escribir el nombre de su candidato en una papeleta.
Si no se alcanzan los dos tercios necesarios (al menos 89 votos), el humo será negro. Solo con un acuerdo, la fumata blanca anunciará al sucesor de Pedro.
El proceso podría extenderse varios días, con hasta cuatro votaciones diarias a partir del jueves si hoy no hay consenso. Las facciones dentro del Colegio Cardenalicio están divididas: por un lado, los “bergogliistas”, seguidores del legado reformista del papa Francisco, y por otro, el ala más conservadora, crítica de su enfoque hacia los pobres y la flexibilización de ciertas doctrinas.
El decano cardenalicio, Giovanni Battista Re, pidió en una homilía previa mantener “la unidad de la Iglesia” en este momento “difícil, complejo y convulso”. Las negociaciones, sin embargo, no ocurrirán en la Sixtina, sino en encuentros informales en la residencia Santa Marta, donde los cardenales permanecerán aislados.
