La Asamblea General de la ONU aprobó este miércoles, por trigésima cuarta ocasión y con abrumadora mayoría, una resolución que condena el embargo económico, comercial y financiero que Estados Unidos ha mantenido sobre Cuba durante más de seis décadas. Con 187 votos a favor, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y una abstención (Moldavia), la resolución, aunque simbólica, representa una nueva victoria moral para la isla caribeña.
Desde 1992, Cuba ha presentado anualmente esta resolución, buscando exponer el impacto del bloqueo en su economía y desarrollo. El texto insta a los países que mantienen leyes o medidas de embargo a eliminarlas. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, la resolución no es vinculante y su efecto será limitado.
Para el gobierno cubano, el embargo es un obstáculo fundamental para el desarrollo económico de la isla, que enfrenta una grave crisis. El canciller cubano, Bruno Rodríguez aseguró que la política de Estados Unidos ha tenido un “impacto severo” en sectores como la producción de alimentos, el suministro de combustibles y la estabilidad energética, señalando que el reciente apagón en la isla fue consecuencia de la falta de recursos y el precario estado de las plantas eléctricas.
En su intervención ante la ONU, Rodríguez denunció la “fuerza demoledora” de la política estadounidense, que, según sus cálculos, ha causado a Cuba pérdidas superiores a los 164.000 millones de dólares a precios actuales. Solo entre marzo de 2023 y febrero de 2024, los daños materiales para el país ascendieron a 5.500 millones de dólares.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel celebró el voto favorable de la ONU, calificándolo como un nuevo triunfo de “David sobre Goliath”. Sin embargo, especialistas como Richard Gowan, del Crisis Group, señalan que Estados Unidos no revertirá el embargo, en parte por la influencia de los votantes cubanoestadounidenses.
La resolución también exige que el secretario general de la ONU, António Guterres, solicite a los Estados miembros un informe sobre el cumplimiento de la medida, aunque las probabilidades de un cambio efectivo en la política estadounidense siguen siendo bajas.