La estrategia política detrás de las acciones recientes de la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), ha suscitado un análisis en el contexto de la reforma judicial aprobada por el Congreso de la Unión. Mientras el movimiento de trabajadores del Poder Judicial y jueces federales evalúa su próximo paso, el comportamiento de Piña destaca por su aparente intención de utilizar la polarización a su favor, posiblemente con la intención de provocar un juicio político en su contra.
Desde la perspectiva política, esta jugada no es nueva. En 2023, cuando Norma Piña asumió la presidencia de la SCJN, comenzó un conflicto latente con el presidente López Obrador, que se intensificó cuando, en la conmemoración de la promulgación de la Constitución en Querétaro. Más allá de no ponerse de pie para recibirlo, lo que marcó su postura fue el firme discurso que pronunció en defensa de la independencia del Poder Judicial. Ese día, Piña no solo se posicionó como la defensora de la autonomía judicial, sino que también se erigió como una figura clave de la oposición política.
A lo largo del proceso de discusión sobre la reforma judicial, Norma Piña mantuvo una postura de aparente distanciamiento. Incluso antes de que existiera una propuesta escrita, su negativa a participar en el análisis o debate inicial despertó críticas desde diversos sectores. Solo después de que Morena obtuviera la mayoría en el Congreso, Piña decidió involucrarse, lo que algunos interpretaron como un movimiento calculado para evitar quedar alineada a las presiones políticas antes de tiempo.
En los círculos políticos, la polarización es una herramienta efectiva para posicionar a un individuo o grupo frente a un tema o conflicto. Si bien algunos veían en Piña a una líder moderada, sus últimas acciones podrían sugerir un cambio de estrategia. Es aquí donde surge la posibilidad de que esté adoptando un enfoque más radical, siguiendo las lecciones políticas que el mismo López Obrador ha aplicado a lo largo de su carrera: en situaciones de tensión extrema, polarizar puede ser la única forma de conservar el poder o incluso de renacer con una nueva fuerza política.
Este análisis toma relevancia cuando se considera la posibilidad de un juicio político contra Piña. Aunque algunos lo han visto como un movimiento improbable en un principio, el propio López Obrador ha mencionado en varias ocasiones su descontento con las decisiones y el accionar de la Suprema Corte. Las voces más rabiosas e irreflexivas dentro de Morena han sido las primeras en hablar públicamente sobre la posibilidad de iniciar un juicio contra Piña, y aunque este escenario pueda parecer extremo, no es del todo imposible.
¿Se imaginan el juicio contra Norma Piña y con un pie en la cárcel? Sería la nota, el hecho político, que marcaría el inicio del sexenio de Claudia Sheinbaum.
En la historia política mexicana, nunca se ha destituido a un presidente de la SCJN. Por lo tanto, si Piña lograra provocar un proceso de este tipo, sería un precedente histórico y legal. El costo político de tal medida podría ser enorme para el gobierno de Morena. De un lado, el gobierno se vería ante la necesidad de justificar una medida de tal magnitud frente a la comunidad internacional y los propios mexicanos, quienes, en su mayoría, valoran la independencia del Poder Judicial como un pilar de la democracia. Del otro lado, Piña podría emerger como una figura simbólica de resistencia contra el poder presidencial, algo que en la narrativa política mexicana siempre ha generado mártires.
Es posible que Norma Piña esté calculando este riesgo y lo esté usando a su favor. Iniciar un juicio político contra la presidenta de la Suprema Corte no solo polarizaría aún más el ambiente, sino que podría convertirla en una víctima de la supuesta “intromisión” del Ejecutivo en el Judicial. Así, Piña estaría tomando una lección clave de la política de López Obrador: convertir la debilidad en una fortaleza mediante la victimización.
Norma Piña no es una novata en la política judicial, y su capacidad para maniobrar dentro de los límites de su cargo ha sido evidente desde el inicio de su gestión. Su reciente visita al plantón de trabajadores del Poder Judicial frente al Palacio de Justicia de San Lázaro es un claro indicio de su intención de acercarse a quienes representan la resistencia frente a la reforma judicial. Además, sus mensajes en redes sociales han sido cuidadosamente redactados para provocar una respuesta directa de los sectores más rabiosos del gobierno. En este sentido, Piña parece estar apostando a que una confrontación directa con el gobierno de Morena pueda consolidarla como una líder opositora, ya no solo del Poder Judicial, sino de un amplio sector político que ve en la reforma judicial una amenaza a la independencia de los tribunales.
El comportamiento de Piña puede estar alineado con lo que algunos analistas denominan “inmolarse políticamente”. En otras palabras, si su destitución es inevitable debido a las presiones políticas, entonces su mejor opción sería maximizar el costo para sus adversarios. Un juicio político, aunque arriesgado, podría brindarle la oportunidad de renacer como la primera víctima emblemática de la reforma judicial, reforzando su legado como una defensora de la autonomía judicial.
Queda por ver si Piña logrará su objetivo o si su estrategia será contrarrestada por el gobierno. Mientras tanto, los otros ministros de la Suprema Corte también enfrentan decisiones cruciales. ¿Actuarán en bloque para defender a su presidenta, o cada uno velará por sus propios intereses? Hasta el momento, ocho ministros se han mantenido firmes en su oposición a la reforma, mientras que tres la han apoyado. Este contexto de incertidumbre podría llevar a algunos ministros a colaborar en la elaboración de las leyes secundarias, en un intento de influir en la implementación de la reforma.
En cualquier caso, el destino de Norma Piña y de la Suprema Corte de Justicia está en juego. Lo que es seguro es que, independientemente del resultado, este conflicto marcará un antes y un después en la relación entre los poderes Ejecutivo y Judicial en México. Y en este juego de poder, la ministra Piña ha demostrado que no está dispuesta a salir sin pelear. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.