Hasta cuándo Andrés Manuel López Obrador reconoce el papel pacífico de la oposición les pega caña. Hace unos días, en su habitual conferencia mañanera, así lo hizo. Ante el fallido atentado en contra de Donald Trump, palabras más, palabras menos, el presidente dijo que la oposición en México no había pasado de los insultos.
Es verdad. A pesar de las campañas sucias en redes sociales y medios de comunicación, y de la guerra legal, en este sexenio la oposición ha caminado por el sendero de la disputa electoral y la resistencia civil pacífica. Afortunadamente, la ultraderecha mexicana se manifiesta principalmente en redes sociales y ciertos medios de comunicación, lo cual es un elemento más para valorar la libertad de expresión.
Ahora, cuando el péndulo de la historia está a favor de la izquierda y se valora el papel institucional de la derecha, aquilatamos la gran contribución realizada por Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional (FDN), el Subcomandante Marcos y el EZLN, así como el propio Andrés Manuel López Obrador y el PRD, a la preservación de la paz en nuestro país.
Cuauhtémoc Cárdenas encaminó la lucha social por la vía electoral y pacífica, a pesar del fraude de 1988. El Subcomandante Marcos orientó la insurrección zapatista hacia la lucha por incorporar los derechos de los pueblos originarios en la Constitución. Andrés Manuel López Obrador canalizó el descontento social por el fraude del 2006 hacia la resistencia civil y pacífica, con un monumental plantón en el Zócalo de la Ciudad de México y el Paseo de la Reforma.
De 1940 a 1988, el PAN fue considerado la oposición leal al sistema. Una derecha que se organizó para oponerse al cardenismo y sus políticas de beneficio social, “socialistas”. Su presencia sirvió para legitimar a los gobiernos priístas y generar los años dorados del desarrollo estabilizador, consolidando lo que después sería denominado la “dictadura perfecta”.
Los que saben de estabilidad y paz social tienen clara la pregunta y la respuesta: ¿Hasta dónde tensar y hasta dónde aflojar la cuerda? Del gobierno de Lázaro Cárdenas al de Adolfo López Mateos, el sistema aglutinó la pluralidad social y política, teniendo como instrumentos de poder, control y legitimidad la presidencia de la República, el PRI, el corporativismo y la institucionalidad de las fuerzas armadas.
Con la represión de los estudiantes en 1968, Gustavo Díaz Ordaz rompió una de las ligas que mantenía estable el sistema, lo que hizo incontenible las demandas de democratizar al país. Luis Echeverría Álvarez tensionó la liga hacia la derecha y hacia la izquierda.
A la derecha, lanzó una fuerte ofensiva contra los grupos empresariales, los cuales respondieron con una guerra ideológica. Hacia la izquierda, desató la guerra sucia contra los grupos guerrilleros urbanos y rurales, y mantuvo la represión hacia la disidencia política y los movimientos sociales.
Con José López Portillo, se evaporó otra de las bases fundamentales de la estabilidad y la paz: la corrupción penetró hasta la médula de la administración pública y una política económica errática propició la devaluación y la crisis que mermaron la economía de millones de familias mexicanas.
Con Miguel de la Madrid llegó el neoliberalismo, cuyo eje fue el redimensionamiento del Estado mexicano, la privatización y el autoritarismo político. Con estos antecedentes, todo estaba listo para que en 1988 se presentara un estallido social. Dicho estallido no ocurrió; lo que sí ocurrió fue el inicio de la transición de México hacia la democracia.
¿Hasta dónde Morena y sus aliados deben estirar o aflojar la cuerda para que la liga de la paz no se rompa? ¿Estamos ante una nueva etapa donde el PAN vuelve a ser una oposición leal? No lo sé. Lo que sí tengo claro es que la nueva presidenta de la República, sus mayorías en el Congreso de la Unión y de los estados, y sus gobiernos estatales y municipales deben ser responsables y cuidar la estabilidad y la paz social. Deben crearse las condiciones para que la oposición, más allá de posiciones retóricas o insultos como dice el presidente, se mantenga en la lucha social, electoral y pacífica. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.