Se apareció el lobo

Por: Raúl Bonifaz @Bonifaz49

Finalmente, el lobo Trump ha aparecido en la escena de lo que parecía una representación del cuento de Pedro y el Lobo por parte del gobierno de Estados Unidos y sus constantes amenazas de sanciones arancelarias. Diversos analistas advirtieron sobre el aumento a los impuestos por exportaciones aranceles y éstos ya llegaron. Un 25 por ciento que no es cualquier cosa, porque aplicando este impuesto a los productos mexicanos en Estados Unidos les subirá el precio y va a ser más difícil competir en el mercado de aquel país.

Con el nuevo gobierno de Estados Unidos no podemos engañarnos. El presidente Donald Trump tiene un propósito de expansión económica que no requiere de asociaciones internacionales como el T-MEC y va a intentar dinamitarlo. En el menos malo de los casos, va a pretender una negociación que deje a México y Canadá en calidad de damnificados comerciales. 

La ofensiva contra el T-MEC no va a esperar mucho tiempo. En realidad ya ha comenzado con la imposición de los aranceles del 25 por ciento a los productos mexicanos y canadienses. Puede ser que no duren mucho o puede ser que se queden de manera permanente. De todas maneras, estos impuestos a los productos mexicanos y canadienses constituyen una abierta violación a los acuerdos comerciales incluidos en el tratado.

El gobierno norteamericano ha abierto nuevos frentes de guerra comercial contra China, que parece ser el objetivo básico, pero con Trump…no se sabe. China es el gran competidor de la economía de Estados Unidos, pero todavía “no tiene las cartas” para desplazarla y es casi seguro que no logre tenerlas en este siglo. La complejidad estadounidense en materia económica es avasallante en todos los planos.

Es necesario tener en cuenta una señal de advertencia sobre los riesgos de una intentona expansionista en mayor grado por parte de Estados Unidos. Es un asunto que casi nadie quiere mencionar pero que ahí está: el castillo de naipes de dólar.

Sencillamente, Estados Unidos no tiene las reservas suficientes de divisas o de metales para respaldar sus emisiones de masa monetaria y, en realidad, la mayor parte de su dinero es “bilimbique”, como los billetes mexicanos de Carranza o de Pancho Villa en su tiempo.

La diferencia es que hay un acuerdo, tácito, de la mayor parte de los países del mundo en aceptar los dólares tal como son y sería de muy alto riesgo para la economía de todo el mundo que no hubiese una moneda base. Hasta los vietnamitas, cubanos, venezolanos y rusos tienen reservas, unos más que otros, en dólares. Así, un derrumbe del dólar sería —ese sí— un verdadero colapso mundial.

Por eso mismo, en una guerra comercial, como en todas las guerras, incluso los que pudiesen ganarla en realidad la perderían finalmente. Imaginemos por un momento el espectáculo de mujeres y hombres quemando sus dólares como basura o dando gritos buscando un incauto que se los compre, como en los días de la crisis de 1929, con las acciones de las grandes empresas. Se cuenta que por cada mil acciones en acero, daban una pistola para el correspondiente suicidio. Eso seguramente no pasará, porque no existen muchos gobiernos que sigan la peregrina costumbre de comer lumbre.

Por esa razón, es magnífico que la presidenta de México no busque una respuesta más beligerante a los “excesos” de Trump. Cabeza fría. Solamente nos falta —a todos— el corazón caliente para una verdadera unidad de los mexicanos.

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