Se ha hablado críticamente de la propuesta del Presidente Andrés Manuel López Obrador para instalar en México un sistema de salud similar al de Dinamarca. La propuesta, a simple vista, parece desproporcionada, pero, por eso mismo, es importante examinarla en sus dimensiones más aproximadas. El asunto de la salud a nivel mundial enfrenta serias complejidades y nuestro país no puede ser una excepción. Los males que son de todos no nos pueden ser ajenos.
En realidad, lo que sostiene el Presidente López Obrador es que el esquema de salud que se pretende crear en la Cuarta Transformación debe tener bases como las de Dinamarca, en donde la salud pública es verdaderamente un asunto público.
En Dinamarca existe la atención médica por parte de particulares, pero su presencia es mínima y se encuentra regulada, sin excepción, por las instituciones del país. Es necesario entender y explicar que los resultados en la materia son deslumbrantes también en buena medida porque la sociedad danesa tiene un arreglo socioeconómico que puede colocarla entre las mejores del mundo en cuanto a calidad de vida.
Las evoluciones económicas de aquella nación no pueden repetirse en otras latitudes ni mucho menos. Dinamarca, en términos de altos y compartidos niveles de vida, es sencillamente… Dinamarca.
Sin embargo, en la Cuarta Transformación aspiramos a construir un modelo de salud pública similar donde la ecuación salud-enfermedad sea atendida, de manera predominante, por el sector público. Solamente la representación social, que es el gobierno, debe preocuparse en ese sentido por la comunidad a la que administra. Y con eso, evitar que el sector privado que pueda buscar la ganancia para los pocos y no el bienestar para los muchos no vea la salud como un negocio redituable.
El director general del Instituto Mexicano del Seguro Social ha hecho siempre alusión al tema. Zoé Robledo apunta que en el IMSS hay dificultades dadas las dimensiones de la tarea: tenemos las improntas del pasado y las nuevas coyunturas como las de la pandemia en 2020.
Aun así, la acción para llevar la salud a los sectores más marginados del país, a través de IMSS-Bienestar, se ha acelerado en los meses más recientes. Hay avances formidables en la construcción de la infraestructura y se han dado pasos firmes para resolver el problema ya muy antiguo del abasto de materiales médicos.
Como un indicador fuerte en ese sentido, se ha alcanzado ya más del 95 por ciento en cubrir las recetas —que ahora son más de 500 mil al día— en el Instituto. Lo más importante, en esa tarea, es que IMSS-Bienestar está en camino de equipararse al IMSS normal, para que, de esa manera, no haya atenciones de primera y de segunda. Ese es el objetivo.
El reto es importante, pero el escenario se avizora prometedor con la integración del binomio que estará a cargo de tan relevante tarea. La ratificación de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, al actual director general del IMSS, Zoé Robledo, y el nombramiento de Alejandro Svarch Pérez como futuro director general del IMSS-Bienestar garantizan profesionalismo, compromiso, vocación de servicio y resultados. Lo dicho: no somos ni nos parecemos a Dinamarca, pero podemos tener un Sistema de Salud con esas orientaciones. En el IMSS-Bienestar ya se avanza y seguramente lo conseguiremos: la salud es tarea de Estado y el gobierno mexicano así lo asume.