El escenario. Justin Trudeau, un decidido apoyo a la posición mexicana en el TEMEC, ha renunciado a su cargo de Primer Ministro de Canadá. Esta renuncia, en sí, no significa una catástrofe para los mexicanos en las próximas revisiones del acuerdo comercial. Sin embargo, sí constituye un factor importante, porque no se sabe si su sucesor va a mantener la misma visión sobre las condiciones del Tratado, que hasta ahora ha sido benéfico, en términos generales, para los tres países que lo integran.
El escenario. El futuro presidente de Estados Unidos nombra como su embajador en México a un verdadero halcón: Ronal Douglas Johnson. Su pasado en la CIA, que ya es bastante, y sus relaciones con tareas “especiales” dedicadas a hacer el trabajo sucio lo convierten en una verdadera amenaza. Su paso por la diplomacia ha sido también en los espacios oscuros de esa actividad y su carta mayor de presentación es su presencia en El Salvador en una etapa histórica marcada por la violencia y, por supuesto, por la represión en sus múltiples modalidades.
El escenario. En la secretaría de Estado más importante tenemos a Marco Rubio, un enemigo declarado de los migrantes y, de manera especial, de los mexicanos. Si en Estados Unidos la idea de América Primero es predominante, en la Casa Blanca —sobre todo en las proximidades a la oficina oval— va a adquirir modalidades ominosas. A pesar de sus raíces latinas, Rubio parece ser un empleado de Teddy Roosevelt en los años de las aspiraciones de expansión violenta de Estados Unidos.
El escenario. Donald Trump se atribuye la renuncia de Trudeau. Para él, fue una victoria del “trumpismo” y crea mejores condiciones para la anexión de Canadá a Estados Unidos: el estado 51 ni más ni menos. El 52 sería México, un país al cual, según el presidente electo, EU vive dando subsidios muy onerosos. Bajo la idea de que un propietario puede ponerle el nombre que quiera a sus propiedades, ya Donald Trump ha anunciado el rebautizo del Golfo de México como Golfo de América, es decir, Golfo de Estados Unidos de América.
El escenario. El nuevo gobierno de Estados Unidos promete deportar a 3 millones de mexicanos y a 2 más de otras nacionalidades que, en su mayoría, serán enviados a México, para que nuestro país se encargue de ellos. Estos números tienen todos los rasgos de la exageración, pero los expertos en el tema nos indican que puede tratarse de un millón de deportados, mexicanos y de otras nacionalidades, en el primer año. Esta amenaza, aún disminuida de esa manera, es de dimensiones peligrosas y es necesario, como se ha hecho hasta ahora en México, acelerar las medidas de respuesta.
Las capacidades. Para este escenario se requiere de protagonistas con presencias históricas. Se necesitan gobernantes con capacidades más allá de las que sirven solamente para llegar y permanecer en los espacios del poder. Se necesitan atributos que sumados conduzcan a la trascendencia porque el momento es de una emergencia nacional. Estos atributos los tiene la presidenta Claudia Sheinbaum, porque, como científica, sabe de cifras y realidades, en tanto que, como gobernante, reúne las características de un pleno humanismo.
Otros factores decisivos. La ingeniería diplomática es un factor esencial y funcionará mejor si se acelera la despolarización del país. El horno no está para dividir a los mexicanos y la presidenta ha comenzado a tomar las medidas adecuadas.