En su homilía durante la santa misa del Miércoles de Ceniza, en la Basílica de Santa Sabina, el Papa Francisco animó a todos los fieles a volver a Dios “con todo el corazón y a reconocernos por lo que somos: polvo amado por Él”.
“Entra en lo secreto”: esta es la invitación que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros al inicio del camino de la Cuaresma y que el Pontífice recordó al inicio de su homilía en la tradicional celebración eucarística del Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina.
Este templo, sede de la Curia General de los Frailes Predicadores Dominicos, fue el punto de llegada de la statio y procesión penitencial que partió desde la Iglesia de San Anselmo. Desde este espacio sagrado, el Pontífice explicó que “entrar en lo secreto significa volver al corazón, como exhorta el profeta Joel”.
“Se trata de un viaje desde el exterior al interior, para que todo lo que vivamos, incluso nuestra relación con Dios, no se reduzca a la exterioridad, a un marco sin pintura, a un revestimiento del alma, sino que nazca desde dentro y se corresponda con los movimientos del corazón; es decir, con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con nuestro sentir, con el núcleo originario de nuestra persona”.
El Santo Padre subrayó que “la Cuaresma nos sumerge entonces en un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo “maquillaje”, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos”.
“Volver al corazón significa volver a nuestro verdadero yo y presentarlo tal como es, desnudo y despojado, frente a Dios. Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos. La vida no es una actuación, y la cuaresma nos invita a bajar del escenario de la ficción para volver al corazón, a la verdad de lo que somos. Volver al corazón, volver a la verdad”, mencionó.
Por eso, esta tarde, dijo el Papa, con un espíritu de oración y humildad, recibimos la ceniza sobre nuestra cabeza. El Obispo de Roma observó que “es un gesto que quiere remitirnos a la realidad esencial de nosotros mismos”.