A pesar de su delicado estado de salud, el Papa Francisco realizó este Jueves Santo una visita sorpresa a la prisión Regina Coeli, la más grande de Roma, donde se reunió con unos 70 reclusos en un gesto que refuerza su histórica cercanía con los más marginados.
El pontífice de 88 años, quien aún se recupera de una grave neumonía que lo mantuvo hospitalizado en marzo, pasó aproximadamente media hora en el centro penitenciario —ubicado en el céntrico barrio de Trastevere—, donde conversó en privado con internos y personal.
“Cada vez que entro en estos lugares, me pregunto: ¿por qué ellos y no yo?”, confesó a periodistas desde su automóvil.
A diferencia de años anteriores, Francisco no realizó el simbólico lavado de pies, ceremonia que tradicionalmente lleva a cabo en cárceles o centros de acogida. “Este año no puedo hacerlo, pero sí puedo y quiero estar cerca de ustedes. Rezo por ustedes y por sus familias”, expresó.
La visita ocurre en un contexto de fragilidad física: el líder católico retomó actividades limitadas tras 38 días de hospitalización, pero delegará las celebraciones clave de Pascua —como la Vigilia y la misa dominical— a cardenales, siguiendo recomendaciones médicas.