Pareciera que a Joe Biden le pasó lo que a los cornudos; al final, fue el último en enterarse, cuando a todas luces era obvio y evidente que no tenía las condiciones, ya no digamos para ser candidato a la Presidencia de Estados Unidos, sino para asumir la responsabilidad de la conducción de los retazos del imperio en su momento más grave. Hechos como confundir amigos imaginarios e incluso a su esposa y saludar gente muerta, parecieran apuntar a la demencia, convirtiéndolo en un candidato complicado.
Todo esto en el momento más delicado de la historia americana, donde elegirán a un líder para conducir los retazos del imperio, particularmente frente al crecimiento de China, el envalentonamiento de Rusia, ciudades perdidas debido al fentanilo como San Francisco, Nueva York o Seattle, la migración descontrolada, los saqueos en tiendas y los constantes y lamentables tiroteos en escuelas y supermercados.
La elección entre un Donald Trump enardecido y un Joe Biden saludando a sus amiguitos imaginarios, pareciera un proceso para elegir a Nerón. El actual proceso para elegir a su presidente es una muestra de la decadencia de un sistema electoral anacrónico que no pone criterios de elegibilidad o idoneidad, al grado de que para los americanos pareciera una elección entre un criminal y un demente. Al final es una muestra del declive americano dominado por la frivolidad a cortoplacismo, el hedonismo y el consumismo; pero sobre todo, la imposibilidad de plantearse una alternativa funcional y sensata a un status quo agotado y de élites rapaces.
Al final, Estados Unidos está viviendo una elección sin elección, aunque sea Kamala, Trump o Biden, no hay una alternativa que le dé liderazgo y transformación al país norteamericano; también existe la posibilidad de que haya dos mujeres presidentas. Pero la realidad es que van a ganar los mismos; como mencionó Warren Buffet en una entrevista: quienes se benefician en estos momentos en la economía son los ricos, son los únicos ganadores, no sólo durante las elecciones, sino en cualquier momento, incluída la pandemia que incrementó sus fortunas.
Todos los candidatos han mostrado una gran confusión entre lo que quieren conservar del pasado, pocas o nulas ideas de lo que quieren para el futuro, y un extravío total sobre lo que puede ser una fuente de bienestar o de decadencia. El futuro de Washington está en un debate entre absurdas políticas woke, una agenda conservadora, y una nula visión de Estado y de liderazgo. Nota para los malquerientes: valoren al presidente López Obrador y a la presidenta electa, la Dra. Claudia Sheinbaum.