A mediados de mayo, el gobierno de Joe Biden anunció una serie de medidas arancelarias destinadas a contrarrestar los precios artificialmente bajos de productos procedentes de China, argumentando que estos precios son resultado de subsidios gubernamentales chinos. Una de las medidas más significativas es el aumento de los aranceles a los autos eléctricos importados de China, que pasarán del 25% al 100% a partir del 1 de agosto.
El alcance de las medidas arancelarias no se limita a los vehículos eléctricos. Otros productos chinos, como minerales críticos, células solares, productos de acero y aluminio, y jeringas también verán incrementos en sus aranceles. Esta estrategia busca proteger la producción y el empleo en Estados Unidos, según las declaraciones oficiales.
Las políticas arancelarias continuarán en 2025 y 2026 con nuevas tarifas a productos tecnológicos. En enero de 2025, se impondrán aranceles del 50% a los semiconductores, y en enero de 2026, del 25% a las baterías de litio-ion para vehículos no eléctricos.
Este movimiento del gobierno estadounidense no es un hecho aislado. La Comisión Europea también está considerando la imposición de aranceles temporales a los fabricantes de autos eléctricos chinos tras una investigación relacionada con los subsidios gubernamentales. Aunque aún no se ha determinado el porcentaje del arancel, esta acción subraya una creciente preocupación global por las prácticas comerciales de China.
La reacción de China no se ha hecho esperar. El gobierno chino ha anunciado que está listo para imponer aranceles de hasta 25% en autos importados con motores grandes, aumentando así las tensiones comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea.
