Aunque la llamada tercera edad es un sector marginado y considerado como población vulnerable, en realidad tiene mucho que aportar; es una etapa más de la vida, apuntó la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Angelina Guerrero Luna.
Por lo regular se les ubica como una carga social porque se cree que su productividad se termina; en un sistema de consumo y desecho parece que ya no tienen nada que ofrecer. En algunos ámbitos, incluso, se les observa como seres que ya no son aprovechables, detalló.
Ello lacera su autoestima y genera situaciones de aislamiento e invisibilización, añadió la profesora al participar en el ciclo UNAMirada desde la Psicología, con el tema Desarrollo psicoemocional del adulto mayor.
El proceso de envejecimiento se complejiza en la ignorancia, el abandono y el maltrato de ese sector teniendo como fundamento los prejuicios; “parece que a las familias y a la población en general no les interesa conocer de este tema”.
La experta destacó que 14.7 por ciento de la población total del país es adulta mayor. No obstante, hay poca investigación en la materia; la psicogerontología es un área que se hace imperante para trabajar su personalidad y sus avatares.
Por lo regular las pensamos encorvadas, con bastón, con dificultades para caminar, etcétera. Esos imaginarios, esos “viejismos”, construyen la vejez de una forma social.
Guerrero Luna subrayó que el desarrollo psicoemocional es un eje medular para vivir, y se manifiesta por nuestra capacidad de adaptación en las diferentes etapas de la vida.
Sin embargo, puede verse trastocado por factores internos y externos como las heridas de la infancia, pérdidas materiales y emocionales, por ejemplo. De esta manera, el autoconcepto y la autoestima se van alterando a procesos inadaptativos.
Asimismo, la especialista en psicología comunitaria mencionó la relevancia de que asuman la responsabilidad, den cuenta de su propio envejecer y establezcan cómo quieren llevar ese proceso, “cómo quiero ser viejo”, porque los prejuicios y los viejismos se relacionan con la victimización: “no puedo, ayúdame”, “hijo, no vienes a verme”, “no les importo”.
En el auditorio Luis Lara Tapia de la referida Facultad acotó que varios jóvenes, conectados todo el tiempo a sus dispositivos electrónicos y con audífonos, no escuchan, no establecen comunicación. Creen que van a durar toda la vida y no les importa cómo van a envejecer. No obstante, la pandemia nos dejó la lección de la vulnerabilidad y la incertidumbre. “Hoy estamos, mañana quién sabe”.
Por ello, se necesita que hablemos de cómo envejecer y cómo convivir con los otros. Pero sin salud emocional no podemos transitar por la vida ni tener relaciones interpersonales, alertó Guerrero Luna.
Hoy tenemos el desafío de escribir historias con ellas y ellos, de construir el envejecimiento actual, no el que nos imaginamos o el que la literatura establece, en un quehacer continuo, creativo, persistente y perseverante.
Se requiere educación y promoción de la salud colectiva, donde cada quien se hace cargo de su modo de vivir, se elimina la connotación peyorativa de “ser viejo”, y los adultos mayores renuncian a que los traten como si fueran invisibles.