El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien este año preside el bloque de las 20 mayores economías globales, ha sido el principal impulsor de la idea de gravar a los superricos. Según Lula, esta medida es esencial para combatir la desigualdad y financiar proyectos sociales, como la recién anunciada Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza.
Antes de la reunión vespertina de los titulares de Finanzas, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, adelantó que su país se opondrá a un impuesto coordinado. “La política fiscal es muy difícil de coordinar globalmente. No vemos la necesidad ni creemos que sea deseable intentar negociar un acuerdo global sobre ese tema”, declaró Yellen en una conferencia de prensa. Asimismo, abogó por que cada país garantice la implementación de un sistema tributario “justo y progresivo”. “Estados Unidos apoya firmemente un sistema tributario progresivo, que asegura que los individuos muy ricos con altos ingresos paguen su cuota justa”, añadió Yellen.
El día anterior, Lula subrayó la concentración de riqueza en manos de unos pocos individuos, al afirmar que “algunos individuos controlan más recursos que países enteros”. Sus comentarios resaltan la urgencia de su propuesta de gravar a las grandes fortunas para redistribuir la riqueza y abordar problemas globales como el hambre y la pobreza.
Las diferencias entre Brasil y Estados Unidos reflejan las complejidades de alcanzar un consenso global en materia de política fiscal, especialmente en temas tan sensibles como la tributación de las grandes fortunas. La reunión vespertina del G20 será crucial para determinar si se pueden encontrar puntos en común o si prevalecerán las posturas individuales de los países miembros.